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Pintura expandida. Abrazando el vacío.
 

Pintura que hace referencia a sí misma, a su materialidad, y a su proceso de realización.
La pintura líquida es vertida y esparcida, fluyendo sobre la superficie. De un modo lento, sutil y silencioso la materia se expande, se dispersa y adquiere una contundente presencia, casi escultórica. Al mismo tiempo estas delgadas capas superpuestas de colores vivos y vibrantes, nos dan la sensación que en cualquier momento pueden desaparecer dejándonos frente a frente con la lona vacía.

Generándose así, una tensión entre la última capa, y lo que está cubierto, oculto y que vemos sobresalir.

A primera vista destaca la línea, los planos de color y las zonas no intervenidas. Podemos percibir las vibraciones, las resonancias de los espacios creados que albergan las memorias de los gestos corporales provenientes del proceso de realización.

La pintura que sobresale bordeando la gran superficie, nos habla de los límites, marcando el origen del recorrido de cada plano y separando el fondo de la forma.

Las superposiciones de color van creando espacios sutiles, inaprensibles, fluctuando entre lo velado y lo evidente, que nos puede conectar con algo más, un instinto por el misterio y lo trascendente.

En síntesis, es una reflexión sobre la pintura en sí y su proceso, la presencia, ausencia, el vacío, el espacio y los límites.

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